Partiré contándoles una anécdota.
Recuerdo que en mis años de estudiante, los profesores y licenciados que nos impartían clases, siempre nos preguntaban por qué habíamos elegido esta carrera, la mayoría incluida yo, respondíamos que para ayudar a otros, así como para acabar con las injusticias que se nos presentaban día con día. En dos años, ningún profesor nos refutó nada por ese dicho.
Sin embargo, en tercer año de la carrera, hubo un profesor que nos dijo que esperaba que nosotros no fuéramos los típicos estudiantes que habían elegido derecho porque querían ayudar a otros, o porque nos gustaba la justicia, más de alguno miramos a otro lado sintiéndonos aludidos porque realmente lo creíamos, mientras que otros simplemente no prestaron atención ya que solo lo habían dicho por decir.
El profesor continuó diciendo que si ese era nuestro caso, entonces que haríamos si un día se nos presentaba una persona que sabíamos que realmente había cometido un delito, y nos pedía que le defendiéramos, una compañera valientemente respondió que ella no aceptaría, otro compañero sin dudar dijo que él sí lo ayudaría ya que trabajo era trabajo, otro más dijo que dependía del delito, por lo que el profesor nos dijo que cada uno pensaba distinto y que eso estaba bien, pero que lo mejor era aceptar ayudarlo, porque si realmente nos gustaba la justicia y ayudar a otros, al rechazarlo nos estaríamos contradiciendo, varios estuvieron de acuerdo, mientras otros continuaron diciendo que no aceptarían.
Como pudieron leer, hubo opiniones divididas, pero en mi caso, estuve de acuerdo con el profesor.
¿Por qué estuve de acuerdo? Simple y sencillamente porque la justicia es relativa, lo que para ustedes es justo, para mí puede ser injusto, así como lo que para mí es justo, para ustedes podría no serlo. Y esto mismo aplica para lo bueno y lo malo, un ejemplo de esto son las opiniones divididas que se generan cuando se habla de defender a personas que son culpables, así como el hecho de que las personas que se encuentran presas o que cometen delitos, tengan derechos.
¿Por qué lo digo? Porque me he encontrado con comentarios y opiniones de personas que se molestan y se enojan porque aquellos que cometen delitos tienen derechos, no voy a negar que en un principio pensaba igual, pero conforme continué con mi formación de abogada, mi pensar cambió, porque esos derechos son otorgados por dos razones, la primera para el supuesto de que alguien inocente sea inculpado de forma errónea, supuestos que lamentablemente son reales y más comunes de lo que nos gustaría pensar, y la segunda porque aquellos que comenten delitos, son personas, y no dejarán de serlo sin importar las cosas que hagan, aunque las consideremos inhumanas.
Una vez dicho lo anterior, solo diré que ese profesor me ayudó a replantearme el por qué había elegido esta carrera y se lo agradezco enormemente, ya que cuando me gradué y comencé a llevar casos, descubrí que me gustaba ayudar a otros sin importar si habían o no cometido un delito, descubrí que aunque la justicia es relativa, puedo ayudar a otros a obtener su justicia, y eso se llama tener vocación y amor por lo que se hace, sin mencionar que al final del día, no estoy faltando a mi creencia inicial.
Elegí esta carrera porque es importante saber defenderse y conocer nuestros derechos, pero también para poder ayudar a otros y transmitir mis conocimientos.
Si tu eres un abogado o futuro abogado que eligió esta carrera pensando en la justicia, me gustaría que te replantearas ese dicho, porque la justicia no siempre es igual para todos.
Si llegaste hasta aquí, gracias por leer.